“Descubriendo el mundo” no enseña que nunca es tarde para alcanzar nuestros sueños, que nunca es tarde para convertir aquello que no nos gusta y que está en nuestras manos dar ese cambio que a veces necesitamos. Su autora, Mª Laura Martín Rincón, nos trasmite la angustia que a veces sentimos las personas encerradas en nuestro propio mundo, pero nos enseña que siempre hay un camino y que a veces solo necesitamos un pequeño aleteo para distraernos de nuestro letargo. Con este breve relato la autora ha plasmado una historia de superación y esfuerzo personal que nos invita a reflexionar sobre nuestra propia experiencia y las cosas que tenemos en la vida.
Descubriendo el mundo
Érase una vez una princesa, de esas sin castillo, pero de boca de fresa, que vivía anclada a sus recuerdos en una inhóspita torre de cristal quebradizo y delicado.
Día tras día, en soledad, iba arrastrando los lejanos recuerdos de su pasado, un pasado en el cual alguna vez, supo lo que era una sonrisa. De cuando en cuando, en sus solitarios pensamientos, se colaba vagamente un atisbo de luz que le recordaba que aún le quedaban muchos sueños por cumplir, muchos deseos que anhelar y mucho mundo por descubrir.
Un buen día, se coló por la ventana de su habitación un pequeño pajarillo, cuyo aleteo la distrajo de su letargo por una décima de segundo. Por un momento, se quedó mirando fijamente al pequeño e inocente animalillo: su plumaje, colorido y brillante, sus ojos, pequeños y alegres y su aleteo sensible y grácil. El ave se le aproximó y le silbó suavemente al oído un ligero graznido, luego se giró en una pirueta de vuelo rápido, y finalmente, se alejó en la distancia del horizonte, saliendo de la estancia por la misma ventana por donde había osado entrar.
Por primera vez en mucho tiempo, la princesa sin castillo, sintió un sentimiento de gratitud hacia el pájaro, a la par que su corazón palpitaba acelerado en un cúmulo de sensaciones, las cuales le eran imposible de discernir, pero que, a su vez, le invadían de paz. Poco a poco, se sintió despertar de su dilatado letargo, y por momentos, le invadió un repentino deseo de descubrir una realidad diferente a la que hasta entonces, había estado acostumbrada.
Quizá por costumbre, o por dejadez incluso, nunca le llegó el momento, hasta ese preciso instante, de plantearse un mundo diferente fuera de su área de confort.
En un impulso de sinceridad no buscada, se miró al espejo y contempló con pesar, que aquella figura que veía reflejada, no era la chica alegre que un día fue; gruesas lágrimas asomaron por sus ojos apagados. Se derrumbó. Por un momento, recordó aquel pajarillo que días antes le había visitado de manera inesperada. Se levantó, volvió a contemplar su sombra en el espejo, y se prometió a sí misma con tono solemne que había llegado su momento, el momento de salir de su hábitat cotidiano, de huir de aquella torre de vidrio que prácticamente durante toda su existencia, le había servido de refugio engañoso. Había llegado el momento de descubrir el mundo y perseguir su sueño. Sintió miedo. Por vez primera, fue capaz de identificar ese sentimiento de vacío que hasta entonces se había apropiado de sus emociones. Sintió curiosidad. Unas ganas inmensas de descubrir cómo sería su mundo tras esos muros de cristal; una mezcla de expectativa e incertidumbre inundaron su ánimo.
Al fin surgió un propósito: Romper la torre de cristal que la mantenía aislada del exterior y la apartaba de su sueño: Descubrir el mundo.
Se armó de valor, y con una renovada fuerza de espíritu, golpeó las paredes vítreas de la torre. Pero no logró quebrarlas. Pensó en hacerse invisible y traspasar así los muros de cristal que la aislaban, pero una vez palpó su cuerpo, comprobó que era un ser creado de materia, por lo que era imposible volatilizarse como si tal cosa. Ya fatigada a la par que desmoronada, se sentó sobre el frío pavimento de su dormitorio. Bajó la mirada, cerró los ojos, respiró…… y soñó. Soñó con un mundo diferente, lleno de color e impregnado de agradables aromas. Deseó con todas sus fuerzas ser parte de ese todo, de ese sueño que albergaba en su interior. De pronto, como por arte de magia, las paredes de cristal de la torre se disiparon en la nada. Ella alzó los ojos al cielo, y por primera vez, pudo contemplar un horizonte plagado de estrellas. Lo había conseguido: Al fin era libre.
Otro año más, Integra CEE convoca su Concurso Literario que ya va por su onceava edición. En esta ocasión ha habido un record de participación, siendo 66 los relatos presentados en todo el territorio nacional, muestra de la gran participación y creatividad de la plantilla, lo cual refleja el objetivo perseguido con el concurso de fortalecer el interés por la lectura y la escritura.
En esta edición hemos incluido la votación por redes sociales, a través de la cuenta oficial de Twitter de Integra CEE. Tras una primera votación interna, formada por un jurado compuesto por 14 personas elegidas por la Unidad de Apoyo, resultaron tres relatos finalistas. Estos relatos finalistas se publicaron en la cuenta de @integracee posibilitando, a través de los “me gustas”, sumar un punto extra a la votación ya existente. Finalmente resultó ganador el relato “Descubriendo el mundo”, quedando empatados en segunda posición los relatos “Como el río” y “Aura”, siendo este último el relato más votado en Twitter.